lunes, 2 de mayo de 2016

Quitándose el disfraz

En esta clase Pilar nos pidió que fuésemos disfrazados. Yo creo que fue todo lo contrario, realmente nos quitamos todos nuestros disfraces.
He podido sentir cómo, por primera vez en el curso, todos dejábamos a un lado nuestras diferencias para vernos como iguales. No importaba ni edad, ni sexo, ni género. Todos hemos vivido emociones que son comunes y plurales.

Algunos compañeros han decidido mostrarnos, además de su valentía, sensaciones y experiencias. Se han desnudado sentimentalmente. 
Todos me han hecho sentir millones de cosas, pero ha habido una persona en concreto que me ha roto mi entereza. Cuando ha salido Manu he recordado vivencias que me encantaría olvidar, pero que viven conmigo cada día. "Las palabras con que se envenena el corazón de un niño, se quedan enquistadas en la memoria y, tarde o temprano, le queman el alma". 
Un día me di cuenta de que hay una gran parte de mi infancia que he borrado de mi mente. Mis recuerdos empiezan cuando tenía 9 años; antes de eso sólo recuerdo el tiempo que pasaba en el colegio. Supongo que, mostrando mi pico de inteligencia, acabé por evitar recordar lo que, emocionalmente, no me hacía ningún bien. Pero recordar esas situaciones y esos sentimientos enterrados me ha hecho volverme consciente de que soy quien soy gracias a todos y cada uno de los momentos que he pasado en esta vida. Igual que todos mis compañeros que han salido a contarnos sus historias, que sin esas historias no serían ni estarían donde están hoy.
Y es que, paradójicamente, necesitamos conocer nuestros sentimientos más oscuros y profundos para poder saber apreciar los buenos y confortables. 
Para terminar, dar las gracias a todos los que compartieron de manera tan generosa su interior más guardado.

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